Carlos
Yáñez,
de 13 años, lleva desde los seis yendo al colegio montado en su
caballo. Todas las mañanas se levanta a las 6.00 horas y recorre 18
kilómetros
de la Patagonia argentina, con su hermana, hasta que llegan a la
escuela más cercana. Su casa está en mitad de la nada. No tienen
electricidad ni agua corriente.
"Yo
soy de Argentina y tardo una hora y media en ir a la escuela. Voy a
caballo. A las siete y media de la mañana salgo de casa y llego a
las nueve. Estoy en clase hasta las tres y media y a las cinco llego
a casa y me pongo a hacer la tarea. Soy el único de la escuela que
vive tan lejos. Cuando era más chico, me tropecé y me caí del
caballo. Alguna vez hemos llegado tarde porque había nieve. No me da
miedo...", Esto es lo que cuenta Carlos sobre su día a día.
Mientras miles de niños recorren muchos kilómetros para asistir a la escuela, y van cada día con los libros al hombro y con ansia de aprender, nosotros, los que tenemos la educación a nuestro fácil alcance, la despreciamos y solo queremos que lleguen las vacaciones o simplemente a que llegue la hora de irnos a casa.
María
Cobertera Pintor
Rosa
Cardador
4ºA
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